Nada más salir por la puerta hemos visto que hacía bastante viento y el cielo estaba muy nublado, pero de momento no llovía. He metido al GPS directamente Rigeka, que es hacia donde nos dirigíamos, pero sin ningún punto intermedio de paso. Sin darnos cuenta nos ha metido a la isla de Pag, donde hacía un vendaval de miedo.
A duras penas podíamos
llevar las motos por nuestro carril, en las rectas íbamos tumbando y en algunas
curvas no sé ni cómo salíamos de pie, al poco de entrar en la isla nos cruzamos
con unos ciclistas; cuando estamos justo a su lado viene una racha mayor y
tira a uno de ellos, no le ha pasado nada pero su reacción ha sido muy
significativa, se ha sentado en el suelo y se ha llevado las manos a la cabeza
harto de luchar contra el viento e impotente ante su fuerza.
Más adelante sabríamos
el calvario por el que habían pasado, continuamos hacia el interior de la isla
y el viento arrecia cada vez más; los coches con los que nos cruzamos se sonríen
y se apartan hacia su arcén al ver que apenas podemos dominar las motos y que
el viento nos maneja a su antojo.
Vamos por una
franja de costa pegada al mar semi-desértica, no hay vegetación alguna solo
piedras, en lo alto de un cerro avisto un parque eólico, las hélices están en
posición de seguridad, es decir, a 90 º al viento, paradas, hace ya muchos años
trabaje montando de estas y la posición de seguridad se solía adoptar con
vientos de 220-240 km/h no sé si los criterios siguen siendo los mismos, pero
os podéis hacer una idea de la intensidad del viento.
Mientras iba
en pelea continua con la moto, me viene a la cabeza un comentario de Alicia
Sornosa en el Encuentro Grandes Viajeros sobre el intenso viento que sufrió al
final de la Ruta 40 en la Patagonia Argentina; pienso “espero que sería algo más
suave porque esto en ripio, paro en la cuneta y monto la tienda hasta que pare”.
Al tomar una
curva, un cuervo que había posado junto a una señal levanta el vuelo, según ha
abierto las alas se lo ha llevado el viento en sentido contrario a donde volaba,
lo ha arrastrado como si fuese una hoja de papel.
Ya tras mucha
lucha y con una enorme tensión hemos hecho los 85 km de la isla, al final de
esta hay un ferry que cruza el escaso kilometro que la separa de la costa. Al
llegar comprobamos lo que era casi irremediable, el ferry no funciona debido a
como está la mar por el viento.
Media vuelta,
y a chuparse otra vez los 85 km luchando con el viento. Al ir a dar la vuelta, casi
en parado, viene una racha muy intensa y sucede lo que había logrado evitar
durante toda la mañana.
La primera vez
en el viaje que la burra besa el suelo, pero seguro que no la última; con unos
30 litros en el depósito y cargada a tope; a probar que tal andamos de fuerzas.
Entre los dos fácil, si habría estado solo…..
El viento
levanta del agua del mar y nos lo pulveriza encima, luego el agua se evapora y
queda la sal, todo está blanco de sal, el casco, la chaqueta, la moto, …, por la
pantalla no se ve nada.
De vuelta otra
vez casi al punto de partida y a subir por la costa, al salir de la isla y
entrar otra vez en tierra se nota que el viento ha amainado; hace mucho pero se
puede conducir.
Al pasar enfrente
del campo eólico vemos que ha comenzado a funcionar, ha bajado la velocidad del
viento, nos hemos comido lo peor. Continuamos hasta Rigeka que es una ciudad
portuaria con poco que ver, una fortaleza y unas calles peatonales.
De ahí a un
pueblo a las afueras de Pula en que habíamos cogido un apartamento por 25 €,
para ir a ver el anfiteatro romano.
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