A las 4:30 ya era de día y comenzaban a ladrar perros a mi alrededor, eran los dos mastines que tenía el del restaurante. Sobre las 7, me levanto y recojo la tienda; anoche el dueño me había enseñado donde estaban las viejas duchas del camping y me había dicho que podía usarlas. Ante la visión del sitio decidí inmediatamente que iba a irme sin duchar, ya me duchare mañana.
Me dirijo al monte Ararat, paro en Van a repostar y sigo
hacia Dogubayazit. El paisaje bien podría ser el altiplano boliviano, casi
ningún árbol, mucha roca y tonos ocres en el terreno. Los ganaderos amontonan
el estiércol del ganado para que se seque, una vez seco lo cortan en bloques y
lo apilan como si de leña se tratase; de hecho esa es su leña, ese será el combustible
que usen para cocinar y calentarse.
En los pocos prados verdes que hay junto al lago o algunos
arroyos es época de siega, aquí no hacen rollos ni fardos, laboriosa y manualmente
hacen hatillos de hierba seca que posteriormente depositarán en el carro.
Es habitual ver a niños cuidando de los rebaños de vacas y
ovejas junto a la carretera, las cuales ni se inmutan cuando pasas a su lado;
este es su territorio, yo soy el extraño. Esto es el kurdistán turco, es la
zona donde se autoproclamo la República del Ararat por el pueblo kurdo. Limita
con Irán al este, Armenia y Georgia al norte, y Siria e Iraq al sur.
Toda la zona es muy montañosa, los valles están entre los 1.700 – 2.500
m.s.n.m.. Al acercarse a Dogubayazit la imponente figura del Agri Dagi (Monte Ararat)
muestra su presencia, el blanco de la nieve resalta su figura. No tiene nubes
aunque parece que se empiezan a formas algunas por el norte, aprovecho y voy
parando en distintas zonas de la carretera a hacer fotos.
Bordeo el Ararat camino a Igdir y ahí encuentro el mejor
sitio para retratarlo.
Continúo y me
planteo llegar a Kars o a Ardahan a dormir, los pequeños pueblos casi
desaparecen, es un altiplano continuo semidesértico. Paso Kars y Ardahan, son
dos pequeñas poblaciones de aspecto destartalado, y me dirijo hacia la costa de
mar Negro. Todas las casas tienen tejados de chapa mini-onda galvanizada, hasta
los bloques de viviendas de nueva construcción; la verdad no sé porque.
En un momento al comenzar a descender un puerto me
encuentro en un vergel, bosques de coníferas y prados de hierba verde me
rodean. Parece que estoy en otro país, es la cara norte de la meseta del Kurdistán,
las nubes que vienen del Mar Negro chocan contra las montañas de más de 3.000
m. dejando aquí toda su precipitación y haciendo que el interior sea tan seco.
Una nube oscura amenazante me preocupa, no ha llovido en
toda Turquía ¿no me va a tocar ahora no?
Al atravesar un tramo de obras comienza a llover fuerte y a granizar, solo
pienso en atravesarlo antes de que se forme un barrizal. La granicera aumenta y
duele cuando pegan en las manos aun llevando los guantes, en cuanto llego al
asfalto paro y me refugio bajo unos pinos. Ahí observo que los granizos tienen
unos 2 cm de diámetro, así que dolía ….
La nube pasa rápido y enseguida comienza a evaporarse todo
el agua con el calor del suelo, se aprecia a simple vista el vapor emanando del
asfalto. De camino a Artvin la carretera
se encajona entre montañas, es una “V” perfecta, en el fondo del valle solo
entran el rio y la carretera. Voy buscando un sitio para acampar, pero es
imposible, son todo taludes de roca. Tras unos 60 km llego a una zona en la que
hay dos presas, una después de otra con sendas estaciones hidroeléctricas
custodiadas por el ejército.
Ya en la zona del Kurdistán es habitual ver algún tanque,
tanquetas blindadas y rancheras con ametralladoras de posición (estilo norte de
México).
Casi de noche llego a Hopa en la costa del Mar Negro y a
unos 30 km de la frontera con Georgia, donde cojo una habitación por 40 liras
(16€) con wifi y desayuno.
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